LA MEDICINA NÁHUATL
La medicina en el mundo náhuatl, lejos de ser un mero conjunto de prácticas empíricas, era un sistema de conocimientos holístico y complejo, profundamente arraigado en la cosmovisión, la religión y la relación intrínseca del ser humano con la naturaleza y el universo. Los pueblos nahuas, como los aztecas, desarrollaron un sofisticado entendimiento del cuerpo humano, las enfermedades y los métodos de curación, fusionando la observación minuciosa, la experiencia acumulada y una rica tradición mítica y espiritual. Para ellos, la salud no era solo la ausencia de enfermedad, sino un estado de equilibrio vital entre el individuo, su comunidad y el cosmos.
La Cosmovisión como Fundamento de la Medicina
En la cultura náhuatl, la enfermedad no era vista como un evento aislado, sino como una perturbación del equilibrio que podía tener múltiples causas: desequilibrios internos del cuerpo (frío/calor), influencias sobrenaturales (castigo divino, brujería), transgresiones morales o espirituales, o incluso la acción de seres míticos. Por lo tanto, el diagnóstico y el tratamiento requerían no solo abordar los síntomas físicos, sino también identificar y corregir la causa subyacente a nivel energético, espiritual o social.
El universo náhuatl estaba impregnado de fuerzas y dualidades. Conceptos como el tonalli (energía vital alojada en la cabeza, relacionada con el sol), el teyolía (la vitalidad del corazón, ligada a la conciencia y el alma), y el ihíyotl (la respiración y el aliento, vinculado al hígado y las emociones) eran fundamentales para entender la salud y la enfermedad. Un desequilibrio en cualquiera de estas "entidades anímicas" podía manifestarse como una dolencia física. La medicina, por tanto, buscaba restaurar la armonía entre estas fuerzas vitales y el entorno.
Los Especialistas de la Salud: Ticitl y Tlamatini
El arte de curar era ejercido por diversos especialistas, conocidos genéricamente como ticitl (plural: titici). Eran figuras respetadas y versadas en la herbolaria, el ritual, el diagnóstico y el pronóstico. Cada tipo de ticitl tenía su especialidad:
Existían los tlama teiximatinime o texoxotla-ticitl, una especie de cirujanos que realizaban operaciones, reducían fracturas y trataban heridas. También estaban los tlamatini (sabios), quienes no solo eran filósofos y poetas, sino que también poseían un vasto conocimiento sobre el cuerpo, la naturaleza y la espiritualidad, a menudo actuando como consejeros y diagnosticadores. Otros especialistas incluían a las temazcaleras (mujeres expertas en el baño de vapor, el temazcal, utilizado con fines terapéuticos y rituales), los hueseros que manejaban fracturas y dislocaciones, y los parteros y parteras (tlamatepatitl), quienes gozaban de un estatus muy respetado por su papel en el nacimiento y la salud de madres e hijos. Los nahualli (chamanes o transformistas), aunque a veces temidos, también podían ser consultados para enfermedades de origen sobrenatural o para realizar actos de adivinación.
La formación de un ticitl era un proceso largo y riguroso, que implicaba un aprendizaje empírico directo con un maestro experimentado, memorización de vastos conocimientos botánicos y rituales, y una profunda conexión con el mundo espiritual.
Farmacopea Náhuatl: La Abundancia de la Herbolaria
La base de la medicina náhuatl era una extraordinaria farmacopea herbolaria, sustentada en el vasto conocimiento de las propiedades medicinales de miles de plantas. Los nahuas clasificaban las plantas según sus propiedades "frías" o "calientes", buscando equilibrar estas cualidades en el cuerpo del paciente. El Códice de la Cruz-Badiano, escrito en el siglo XVI, es un invaluable testimonio de este saber, documentando cientos de plantas y sus usos terapéuticos para una amplia gama de dolencias, desde dolores de cabeza hasta afecciones de la piel y enfermedades internas.
Utilizaban plantas como el peyote (con fines analgésicos, estimulantes y espirituales), la toloache (con propiedades narcóticas y antiespasmódicas, usada con precaución), el cempasúchil (para problemas digestivos y fiebre), la sábila (para quemaduras y problemas de piel), y un sinfín de otras hierbas, raíces, flores y cortezas. Los remedios se preparaban en diversas formas: infusiones, cataplasmas, polvos, pomadas y sahumerios. La eficacia de muchos de estos remedios ha sido confirmada por la farmacología moderna.
Además de las plantas, también se empleaban minerales (como la obsidiana para sangrías) y productos animales, así como excrementos de animales para ciertas dolencias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario